Performance en Poesía y Voz Alta, Casa del Lago, 2011.
Hace un par de meses, Víctor Ibarra, me invitó
a escribir algunos ensayos sobre la perspectiva actual de la poesía mexicana.
Eso en primer momento me pareció complicado y un tanto aburrido, ya que al elaborar
perspectivas siempre se corre el peligro de un punto ciego o una pérdida de
foco. La situación que me llamó la atención fue la modalidad que me solicitaba,
es decir, “a manera de futurólogo”. Sinceramente conocía poco sobre este tema y
en realidad la etimología me daba ciertas pautas elementales: muy probablemente
se trata del estudio del futuro para influir en él. Después me enteré que
existía un método científico-matemático para predecir las condiciones futuras y
una distinción analítica entre futurólogos y futuristas. Asimismo, como en
muchas disciplinas, existe una confrontación en las metodologías futurológicas.
A veces tienen más peso las usadas por los académicos y a veces son los
ocultistas quienes vislumbran la última palabra. En este sentido, más que la
ciencia, me interesó el esoterismo y la adivinación. Hay una acepción de la
futurología que se identifica con saberes no científicos como la ciencia
ficción, la astrología y la quiromancia. Todo ello demasiado poético, más aún,
si se mira a la poesía como misterio.
Cuando
a Lezama Lima le preguntan: ¿Cuáles son sus futuros proyectos literarios? La
respuesta es más poesía “mientras pueda tocar esa convergencia, esa
fulguración, que es como la respiración entre lo estelar que desciende y lo
telúrico que evapora. Si llegáramos a un planeta desconocido, comprobaríamos el
sortilegio de la respiración; cada espiración una interrogación que no
concluye, cada aspiración o inspiración un oscuro que nos aclara”.[1] Ante
esta naturaleza o, mejor dicho, sobrenaturaleza
de la respiración, donde la poesía es una cadena de inhalaciones rítmica
seguidas de una refutación exhalante, no se puede averiguar mucho: el signo de
interrogación se agiganta, desplazando los sentidos de la atmósfera. De este
modo, el compás del planeta se escucha y quizás se repite, pero es imposible de
predecir. La poesía no se predice puesto que se articula y libera en
el momento en que se dice. Un decir inédito que no necesariamente es revelador
o, en el caso de Lezama, una respiración asmática que sonará sin lugar a dudas
extraña. La poesía, aunque se ancle en el pasado, siempre es un futuro disipado
entre las palabras. En muchos territorios, la atemporalidad poética traspasa el
universo material y circundante.
A
pesar de ello, pueden prosperar algunos intentos no futurológicos en la poesía,
sino más bien de futurismo poemático.
Lo poemático aquí está a la mitad de camino entre la poesía y la divagación,
sin tocar necesariamente las nociones de poema o ensayo. Otra posibilidad de
acercamiento a lo poético sin ejecutar la maquinaria del poema. Aunque es
cierto que la poemática puede circundar las significaciones del poema, resulta
al final otra vía de aproximación a la poesía. Así como los medievales usaron
la cuaderna vía en referencia al quadrivium
y a los equilibrios pitagóricos, la vía poemática nos puede brindar un estudio
referencial del pasado o el futuro si la enlazamos con algún arte simbólica:
combinatoria, hermenéutica, tarótica, astrológica, etc. Considerando que no
domino ninguna de estas artes, me es preciso abandonar mis primeras pretensiones
y conformarme con una aproximación menos indeleble, es decir, llevar a cabo una
“poemática futurista”. Esto no significa que se pierda rigor o baje la
credibilidad de los pronósticos, todo lo contrario, probablemente sean más
abiertas las interpretaciones, más audaces los símbolos y menos formalistas los
resultados. Si el hombre atraviesa un bosque de símbolos, como lo quería ver
Baudelaire, esas correspondencias vienen
tanto del futuro como del pasado, pero invariablemente incidiendo en el porvenir.
Ese enramado simbólico es una imagen futurista, pero no futurista apelando a la
vanguardia fundada por Marinetti, sino como una actitud espiritual orientada
hacia lo desconocido recién descubierto. Hay otro futurismo antes del futurismo.
Antes de empezar a esbozar
poemáticas futuristas, es preciso que ajuste ciertas predicciones en torno a la poesía mexicana o, en su caso, a la
suerte o destino de algunos poetas mexicanos. Primeramente quiero comentar
algunos aspectos del libro Astronave.
Panorámica de poesía mexicana (1985-1993) que realicé junto con Gerardo
Grande en el 2012. En el fondo Astronave opera
como un ejercicio futurológico, es una “panorámica de la buena fe”. Esta buena fe es precisamente el creer en el más allá de la poesía, en
las formaciones en ciernes y las constelaciones de un nuevo mapa. La astronave
viaja en el espacio y logra, como en los clásicos de ciencia ficción, traspasar
la malla del espacio-tiempo y colocarse en un futuro asombroso y desconocido.
En vez de mirar la Estatua de la Libertad en las nuevas riberas de Nueva York, el
poeta se deleita con las ruinas de la biblioteca José Vasconcelos en un
distopía donde los libros de poesía son un artículo de lujo y nostalgia kitsch. El fin de la poesía
analógica-pitagórica y el inicio de la poesía cíborg. Más allá del proceso de
virtualización de la poesía, la astronave, ave astral que surca los cielos,
dice: “Tres posibles sendas de esta poesía son: 1) un desarme limítrofe en el
lenguaje a través de los últimos remanentes neobarrocos; 2) la
transdisiciplinariedad a través de los soportes tecnológicos y audiovisuales;
3) la transdisiciplinariedad a través sistemas o formas de la filosofía y las
ciencias”. Aquí hay una sorpresa, pues aparece un cuarto camino que se
desprende de ciertos agenciamientos en la red y el mercado editorial: alt lit o el advenimiento de un conversacionalismo
intimista y capitalístico. Esta senda, colocada desde las subjetividades estadounidenses,
supone otra estética en los valores del liberalismo de la neutralidad. Lo
alternativo, a mi parecer, se encuentra en el reconocimiento o sublimación de
las herramientas biopolíticas en los sujetos poéticos pero no en la exploración
del lenguaje y su epistemología. Esto último es precisamente lo que le preocupa
a la poesía latinoamericana desde los años setentas[2] y que,
bajo la misma tónica, podríamos llamar lat
lit.
Respecto a los ajustes que
tengo que realizar en relación a poetas mexicanos, debo reconocer ciertos
errores en mis predicciones. No me
refiero aquí únicamente a quienes consideraba ganadores naturales de algunos
certámenes y premios literarios, ni tampoco a quienes han cambiado el norte de
la poesía por otra guía artística o espiritual, ya sea para bien o para mal;
sino aquellos que me han sobrecogido gratamente por sus libros. Podría llenar
párrafos con nombres que ahora son para mí nuevos hallazgos, pero quizás basta
con mencionar un solo nombre: David Meza. Conocí a David en el 2009, en el café
Che Guevara que se encuentra muy cerca de CU. En ese momento David nos mostró (a
mí y a Yaxkin) algunos poemas con una suerte de heterónimos al estilo Pessoa y
algunos flashazos que después fueron depurados para formar En la boca de la simetría. Siendo completamente sincero, esos
poemas se me hicieron medianamente interesantes y hubiese predicho que no pasaría mucho con ellos. Nunca imaginé que serían
el germen de una obra integral y potente como El sueño de Visnú. Este libro en mucho, por las lecturas de David y
la dinámica de la Red de los Poetas Salvajes, representa el culmen de una línea
trabajada por poetas que aquí he agrupado como lat lit: Zurita, Verástegui, Mario Santiago y Héctor Hernández Montecinos.
¿Qué futuro pronostico para David? Me parece que ha escrito una obra tan
totalizadora donde la expectativa puede devorar cualquier libro de poesía, por
más intentos de desapego que el autor ejecute. David ahora escribe una novela y
me parece que así descomprime el tiempo que absorbió El sueño de Visnú en su vida. Creo que David escribirá novelas-poemas
curiosamente más al estilo de Bolaño que de Lezama Lima.
Ahora
sí: futurismo poemático, podemos empezar.
Manuel de J. Jiménez
[1]
Cfr. Méndez Martínez, Roberto, José
Lezama Lima: valoración múltiple, La Habana, Fondo Editorial Casa de las
Américas, 2010, p. 33.
[2]
Si bien es cierto que no toda la poesía latinoamericana es “alternativa” por su
riesgo lingüístico y desterritorialización poética, si se pueden apuntar varios
autores que pueden considerarse heterodoxos a su tradición. Primeramente se
puede observar con los poetas de Medusario,
el neobarroco o neobarroso. Lo mismo sucede con poetas como Enrique Verástegui,
Mario Santiago Papasquiaro, Leónidas Lamborghini, Juan Luis Martínez y Ulises
Carrión. De los más recientes se puede citar a Héctor Hernández Montecinos,
Alan Mills y Ernesto Carrión.
me agrado el artículo, saludos!!!
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